lunes, 20 de febrero de 2012

No espero un ramo de flores, no espero que me vengas a buscar en una carroza blanca, no espero que me rescates por mi balcón, no espero un jardín de rosas, no espero tus promesas, tus risas, tus olores, tu piel, tus caricias, no espero un abrazo, un beso, un príncipe azul, no espero tus ojos penetrantes, un te quiero, no espero una cajita de cristal. No espero que me subas a tu caballo, no espero un te amo, un “perdón empecemos de nuevo”, no espero tu boca, tus roces, tus historias, tus lugares, tus encuentros, tus lagrimas, tus ausencias, no espero tus recuerdos, tus olvidos, tus perdones, no espero una vida soñada, no espero que me conviertas en tu princesa, no espero que el reloj marque las doce, no espero tu naturalidad, tu espontaneidad, tu sinceridad, tu crueldad. No espero tu amor, tu cariño, tu voz, no espero tu resentimiento, tu destiempo, tus críticas, tus palabras, tus desplantes. No espero un baúl de sorpresas. No espero tus mañanas, tus tardes ni tus noches. No espero ni soles, ni lunas, ni estrellas. No espero tu presencia, ni tu tiempo, no espero tus caprichos. No espero ni inviernos ni veranos. No espero que todo tenga sentido. No espero ni lunes, ni martes, ni miércoles, ni jueves, ni viernes, ni sábado, ni domingo. No espero tus perfumes, no espero que crezcas, que encuentres, que busques, no espero tus segundos, tus minutos ni tus horas. No espero un beso bajo la lluvia, no espero tu locura, tu ternura. No espero tu luz ni tu oscuridad, no espero tu ánimo, tu energía, tus sueños, tus ilusiones. No espero tus decisiones que son siempre tuyas, tus pensamientos, tus arranques, tus imaginaciones, tus planes, no espero tus despedidas. No espero necesitarte. No espero ni tus verdades ni tus mentiras. No espero que vengas ya.
Sólo te espero a vos, a lo que fuiste, sos o serás.

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